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Manizales, de puertas para adentro

Mayo 25, 2023
Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA
Manizales es ciudad de contrastes, alrededor de los monumentos de antaño la ciudad se moviliza.
 

SOFÍA GÓMEZ

LA PATRIA | MANIZALES

 
Manizales es una ciudad terca. Fundada hace 174 años, contra todo pronóstico, en lomas de la cordillera de los Andes, en los bajos del Volcán Nevado del Ruiz, a 2 mil 150 metros sobre el nivel del mar, y a orillas del río Chinchiná, a 803 m.s.n.m. Es joven, pero achapada y siguiendo la idea de que es corpórea, está viva y poblada por 493 mil 413 habitantes en su mayoría mujeres. Por cada 100 hombres hay 112 mujeres.

Este pedazo de tierra montañosa fue una invasión en 1849 (otros más ortodoxos dirían colonización). En 1905 se volvió capital de departamento y fue rica durante 80 años, pero en 1930 se quebró. Ahora es hogar de foráneos, en su mayoría jóvenes, y oriundos, en su mayoría viejos. Con un índice de envejecimiento del 117% y de juventud del 24%.

Es también ciudad de orgullos ajenos que asume propios. Tal vez, de ahí venga lo de “puertas abiertas”. El café se cultiva en Chinchiná, los termales, el Nevado del Ruiz y los más rimbombantes colegios privados están en Villamaría y hasta la mismísima Luz Marina Zuluaga era pereirana.

Quizá, entonces, Manizales es ciudad de acopio y bienvenida. A los de aquí y los de lejos, a los llamados de buena familia y a los huérfanos, a los universitarios que están mientras estudian y a los venezolanos que ya son locales, a las señoras camanduleras y a las trabajadoras sexuales de la Galería, y a los de casa en La Alhambra e invasores de laderas, los llamaremos por unanimidad manizaleños.

 

 

Dichas las cosas, hay datos. Los manizaleños se comen 100 kilos de chuleta de cerdo el Día de la Madre y el libro infantil que más prestan en la biblioteca del Banco de la República es El monstruo de colores, que habla de los sentimientos y no dura más de un día en la repisa. Es la segunda ciudad del país donde más llueve y entre Ron Viejo de Caldas, Aguardiente Amarillo y Cristal se consumen dos millones de botellas al año. La fruta que más se vende en la plaza de mercado es el tomate chonto y beben confiados agua de la llave a cualquier hora del día, los 365 días del año.

Es ciudad de yuxtaposición, entre el pasado y el presente. En la Catedral Basílica Nuestra Señora del Rosario, terminada de construir en 1939, resuenan por sus bafles cantos católicos, mientras se escucha una nueva canción de reguetón en una de las USB que venden en la carrera 23.

El Centro Histórico está dividido mitad y mitad. Las fachadas, en el segundo piso, tienen portada republicana del siglo XIX y en el primero, vitrinas de locales de Todo a $1.000 o de forros para celulares.

En el sector de El Cable, debajo de la torre de Herveo, traída en 1961, se ubica a diario un punkero vendiendo manillas y en la cima de la estructura, algún intrépido puso su firma en aerosol. Una mezcla de tiempos y costumbres integran esta urbe.

 

Mery Duque cuenta que le encanta el clima de Manizales y que se siente segura en la ciudad.

5:30 de la mañana. En la Plaza Bolívar sólo hay palomas, una barrendera de la empresa de aseo Emas, mientras doña Mery Duque, de 49 años, vende café a dos motociclistas en la carrera 22. Se levanta a las 3:00 a.m., llena los siete termos y es la primera en llegar a la Plaza a las 4:30. Vende tinto a $800 y pintadito (café con leche) a $1.200.

Llega muy temprano porque tiene clientela fija, explica. A las 6:00 de la mañana se cambia de esquina para sentarse al frente de la Gobernación a esperar a los primeros empleados. Despacha unos 70 tintos diarios y mientras suenan las campanas de la Catedral, dice con su acento arrastrado: “la gente de Manizalesss... es muy tintera.”


Julio Valencia es amante del ciclismo y los fines de semana realiza rutas por fuera de la ciudad con un grupo de amigos.

A esa misma hora en San Sebastián, Julio Enrique Valencia, de 37 años, despacha a su hija menor para el colegio del barrio, en la Comuna Ciudadela del Norte. Es el sector con más gente. Allí viven 57 mil 714 de los 493 mil 413 habitantes.

Julio es cortador de vidrio en una empresa de aluminio y es uno de los 8 mil 809 ciudadanos que se transporta en bicicleta. Recorre a diario 6 kilómetros de ida y 6 de regreso, esquivando carros, motos y escalando las faldas de La Asunción para llegar a la Avenida Santander y luego al Centro. Este escarabajo pedalea 288 kilómetros al mes, equivalentes a la etapa Pereira-Cali de la Vuelta Colombia, la carrera más tradicional del país. La diferencia es que no cuenta con las garantías de los profesionales y nadie cierra, ni adecúa las calles para que él transite, salvo el tramo de la ciclobanda por la Santander. Sale de su casa a las 6:40 de la mañana y llega en 20 minutos a su trabajo, a una cuadra de la iglesia San Antonio.

Cerca de ese templo vive Olga Estela Tabares, tiene 59 años, y también madruga, pero a la misa en la Catedral porque “la eucaristía es mejor”. Llega a las 5:40 de la mañana, se sienta al lado de la estatua de Gregorio Nacianceno Hoyos, primer obispo de Manizales, y a las 6:30 entra, reza el Rosario y empata con la misa de 7:00 a.m.

A esa hora, celadores y trabajadores nocturnos de fábricas en Maltería empiezan a dormir o llegan a casa, mientras los demás inician su jornada.

 

Olga Estela espera a que abran las puertas de la iglesia para poder escuchar la misa, se le ve a diario en el templo.

La más falduda. Manizales es ciudad cuesta arriba. De vistas panorámicas y faldas. Cuando se juntan varias pendientes en un mismo trayecto enviar un audio de WhatsApp, mientras se está subiendo a pie, es un reto de oxígeno. Cuando se les pregunta a los transeúntes por la más empinada, todos contestan distinto: “la de Confa llegando al colegio San Luis”, “ la de Minitas en la ruta de buseta que va hacia La Cumbre” o “ las de la carrera 26 que suben a la 23”. De acuerdo con el Plan Maestro de Movilidad, la más empinada es la de la carrera 31A con calle 50A en el Persia, con una inclinación del 30%. A lo mejor a algún ingenioso se le ocurre un tour de faldas y entonces se vuelven atractivos.

Rebobinemos. La del Persia es la más inclinada, pero no la más accidentada. La que sí, es la calle 25 entre las carreras 24 y 26, en el Centro, con un reporte de 37 choques, 38 personas heridas y 2 víctimas mortales. Aunque felicitan a los manizaleños por saber arrancar en falda, en lo que va del año se han registrado 293 accidentes automovilísticos, 69 más que el año pasado.

La ciudad ha tenido varios cementerios. Desaparecieron uno en lo que hoy es la Torre al Cielo y otro en el actual barrio Estrada. El San Esteban y Jardines de la Esperanza son para los católicos, y El Universal para los de otros credos. En el 2022 fallecieron 14 mil 486 personas en Manizales.

 

En contraste, a las 12:15 de la mañana, el domingo 14 de mayo, nació Juanita Valencia Osorio en el Hospital de Caldas. Pesó 3 mil 160 gramos y midió 46 centímetros. La cifra más actualizada de la Secretaría de Salud Municipal indica que nacieron en el 2020, 2 mil 888 bebés.

A esa misma hora, las trabajadoras sexuales en la carrera 21 esperaban que llegaran las 2:00 de la mañana para acabar turno y los jóvenes bailaban las últimas canciones antes de que cerraran las discotecas, a tres horas de que Mery, la de los tintos, despertara.

Juanita, la bebé de 14 días, podrá jugar más adelante en los 300 parques públicos que tiene la ciudad, aunque algunos, como el del Parque de Caldas, estén deteriorados. También, si decide ser católica, asistir a uno de los 78 lugares de culto y podrá estudiar en una de las 162 instituciones educativas.

En estas sedes estudian: Camila Camacho de 11 años, a quien le gustan los libros y vende llaveros en el colegio; Valentina Torres, de 10, que odia cuando le toca lavar platos; Simón Cuestas, de 4, al que le gusta llevársele los colores a la abuela; Luciana Pérez, de 7, que le gusta Karol G; Emanuel Ríos, de 8, que tiene un diente flojo y no le gusta el picante; Jeremy Quintero, de 11, que ya no se siente niño, y Hanna Quintero, de 6, su hermana, que quiere aprender a leer y escribir para redactar cartas.

 

Los trabajadores informales de La Galería descargan los alimentos que dan color a la plaza de mercado.

De regreso a las fechas, el domingo, día del nacimiento de Juanita, es el menos agitado comercialmente en la plaza de mercado de La Galería, pues solo abre uno de los cinco pabellones, el de carnes, hasta la 1:00 de la tarde. El más movido es el sábado. La jornada arranca a las 2:00 de la mañana cuando entran 80 vehículos cargados de alimentos, que abastecen los pabellones y a los casi 500 trabajadores informales que hay alrededor. A diario, ingresan 250 toneladas de comida, unas 7 mil 500 al mes.

La planta medicinal que más se vende en la Galería es la caléndula, que sirve como desinflamatorio y antibiótico; y la cúrcuma, a la que le atribuyen beneficios para el sistema inmunológico.

El lunes también es un buen día de comercio, según la Gerencia de la plaza, porque se abastecen la mayoría de las revuelterías y las mil 186 tiendas de barrio registradas en la Cámara de Comercio. Dos de ellas están en La Sultana. Una es El Edén, de don Antonio Salazar, y la otra es Fruvermínima, de don Jorge Castaño. Además de compartir oficio, son clientes el uno del otro y lo que más venden son arepas y tinto. La tienda de don Antonio es a la vez club social. A ella llegan a debatir sobre el país los taxistas y los pensionados del barrio. Cuando hay partido del Once, el dueño acomoda sillas plásticas frente al televisor y sólo permite que se sienten los verdaderos hinchas.

Los demás, deben ver el juego parados y desear estar en la banca alguna vez. Esa es otra de las contradicciones de esta ciudad. No hay equipo dicen ellos, quizá por las malas temporadas de los últimos años, pero hay hinchada.

 

El 69% de los manizaleños se sienten satisfechos con el servicio de transporte de buses y busetas de la ciudad. 

 

Manizales es rural minoritariamente. En el campo viven apenas 27 mil personas, según el DANE. Es decir, sólo el 5,4% de los 493 mil 413 habitantes. También es una ciudad en tránsito. Hay dos terminales. La Mixta, en la Galería, que cuenta con 321 yips y 22 chivas, que ingresan a 35 diferentes destinos rurales dentro y fuera del departamento en un promedio de mil 800 pasajeros diarios. Y la Terminal de Transportes, en Los Cámbulos, a la que entran en promedio 6 mil 100 personas y salen unas 6 mil 700 diariamente hacia los 53 destinos nacionales que abarca.

 

Los pasajeros y usuarios de La Terminal Mixta de Manizales toman tinto y leen el periódico antes de abordar los vehículos.

Las curiosidades viajan en el transporte público. Las busetas transportan unos 290 pasajeros al día cada una, en jornadas que van desde las 4:40 de la mañana hasta las 11:30 de la noche. Estas cifras son oficiales y no incluyen a los “barateados”, los que piden rebaja al pasaje y se suben por la puerta de atrás del bus o a los amigos del conductor que aparecen en el camino e ingresan gratis. O las esposas o novias, que van sentadas en el primer puesto y reciben el dinero, a menos que el paseo sea familiar y entonces lo hacen los niños.

Tampoco especifica a los dormidos, que recuestan su cabeza en la ventana o en el hombro del vecino y que en algunos casos olvidan su parada por andar soñando. O la emisora favorita de los buseteros. O los números de paraderos oficiales y los no oficiales (que son más) en donde, tanto ciudadanos como conductores, se estacionan. Pero sí aproxima a un dato y es que aquí la gente saluda al subirse y agradece al bajarse. Entonces, un conductor de buseta, en promedio y en condiciones ideales, dice buenas y con gusto unas 580 veces al día.

Así como en los viajes por tierra, hay curiosidades en los trayectos por aire. El aeropuerto La Nubia se inauguró en 1956, y en lo que va del año lleva 405 vuelos y 40 cancelados por condiciones climáticas. Sólo hay una aerolínea con tres destinos (Bogotá, Medellín, Cartagena), y hasta la pista es inclinada. Se aterriza en subida y se despega en bajada, además tiene fama de estar siempre cerrado.

Los manizaleños llevan, por lo menos, un cuarto de siglo esperando un aeropuerto en Palestina y más de 30 años usando el de Pereira como sustituto. Es normal que los locales les recomienden a las visitas no viajar por Manizales. Sin embargo, hay registro de 15 mil pasajeros en el 2023.

Pese a las condiciones climáticas, geográficas y aéreas, los ciudadanos se mueven en este filo del trópico. Y todo sigue “normal” después de 59 días en nivel de actividad naranja por el Volcán Nevado del Ruiz. Los manizaleños le toman foto cuando se despeja, mientras los de afuera creen que esta ciudad va a dejar de existir. Contra todo pronóstico y a pesar de que los ojos piquen por la ceniza y de que tengan racionamiento de gas, aquí siguen.

Es de dichos y creencias. Que es fábrica de atardeceres, que tiene la mejor feria de América, la de la mejor agua del mundo, la de 15 minutos de trayecto, la taurina, la de las mujeres más lindas, la más limpia, la más goda y el mejor vividero. Incluso, aún hay quienes creen que el alcalde va a entregar las obras que le faltan y que el gobernador va a inaugurar el complejo acuático que prometió para los juegos nacionales. A los de aquí y a los de allá, a los que creen y a los que no ¡Ay, Manizales del alma!

 

La capital caldense es de olores particulares, partes de los parques de Bolívar y de Caldas huelen a orines sin importar la hora, la Universidad de Manizales tiene aroma a café en las mañanas y el mirador de Milán huele a marihuana.